domingo, 11 de octubre de 2009

Los valores del hombre moderno del Siglo XXI

Los valores del hombre moderno del Siglo XXI


Con el paso de los siglos el ser humano ha incorporado nuevo valores que se ajustan a los tiempos que corren. A continuación Quino explica cuáles son los valores que dominan al hombre moderno:


domingo, 4 de octubre de 2009

LA GENERAL PESCANOVA




Estoy con la ministra de Defensa. Hasta la muerte. A mí tampoco me parece bien que nuestros pesqueros en el Índico lleven a bordo soldados españoles que los defiendan de los piratas. Otros países, como Francia, sí lo hacen; pero todo el mundo sabe que los franceses son unos fascistas de toda la vida, y les gusta mucho darle al gatillo, como si estuvieran siempre en Dien Bien Fú. Unos peliculeros fantasmas, es lo que son. Nada que ver con la sobria serenidad española. Además, como muchos gabachos salen rubios, desprecian a los subsaharianos afroamericanos de color y no les importa darles matarile sin complejos; como cuando pillaron a aquellos pobres somalíes que sólo disparaban y secuestraban para ganarse la vida, los pobres, y les dieron las suyas y las del pulpo, en vez de pagar humanitariamente el rescate, como hicimos nosotros, y hasta luego Lucas. Pero España, no. Aquí las fuerzas armadas las tenemos para otras cosas. Para combatir seis horas bajo fuego de morteros en Afganistán, por ejemplo, y que luego la ministra del ramo sostenga, mirándote con firmeza castrense a los ojos, que aquello no es misión de guerra, sino actuación humanitaria de paz cuyas reglas de confrontación, según los protocolos coyunturales intrínsecos, requieren cierta esporádica contundencia. Por eso allí al enemigo no se le llama enemigo, sino elemento incontrolado. O como mucho, cuando la ministra va a hacerse alguna foto y abrir telediario, diablillos traviesos y picaruelos gamberretes. Talibancillos díscolos que con una pizca más de democracia occidental serán pronto ciudadanos de provecho, con crédito en el banco y barbacoa los domingos. Por su parte, los soldados que patrullan cada día jugándose los aparejos los llaman de otra forma. De hijoputas para arriba. Pero, cuando eso ocurre, la ministra no está allí pegando tiros y comiéndose el marrón. Comprendámosla. Está aquí, y no lo oye.

En cuanto a los pesqueros, ya digo. La ministra de Defensa –un día tengo que averiguar, por curiosidad, qué es lo que defiende, exactamente– ha dicho a los armadores que, si sus barcos quieren seguridad, pesquen en grupo, todos amontonados en el mismo sitio. De ello puede deducirse que no tiene ni remota idea de lo que es un pesquero faenando, pero eso no altera el concepto básico. Y el concepto indiscutible es que habrá, desde luego, más seguridad si los diecisiete atuneros españoles se quedan todos juntos en el mismo sitio, borda con borda, que si andan por ahí dispersos, a la buena de Dios, estropeando el dispositivo chachi que los protege. Que luego pesquen o no pesquen es lo de menos, porque por encima de esos detalles está el de la securitas, securitatis. Y si además se amarran unos a otros y ponen en el centro del paquete a la fragata Canarias, perfecto. Más seguros, imposible. A ver qué pirata se lleva por el morro un barco trincado de esa forma. Luego igual tocan a un atún por barco o vuelven todos a puerto con las bodegas vacías; pero, eso sí, protegidos de cojones. Lo que hace falta, como ven, es más voluntad constructiva, más ideas y menos demagogia.

Respecto al personal protector, tres cuartos de lo mismo. Dice la ministra, con buen juicio, que de soldados nada. Que los barcos lleven guardias de empresas privadas, si quieren. Al principio era sólo con porras, esposas y cosas así. Perfil bajo. Discreto. Pero en vista de las protestas de los armadores –otros fascistas que te rilas– el ministerio ha dicho bueeeno, vale. Transijo por esta vez. Ahora los autoriza a llevar escopetas. Fusiles de largo alcance, ha dicho alguien, como si los hubiera de corto. Es verdad que, frente a los RPG y las armas automáticas de los piratillas traviesos, eso no sirve para nada. Para ese tipo de zafarranchos hay que estar al día en el asunto del bang, bang. Como la infantería de Marina, por ejemplo, que toca esa tecla desde antes de Lepanto –otra operación contra piratas, por cierto–, y cuyo propio nombre lo indica. Pero oigan. Es lo que hay. Si los seguratas no dan la talla, que los pesqueros se gasten la pasta contratando a mercenarios con experiencia bélica, como Bush en Iraq, y allá se las compongan. Y si no, que abanderen los barcos en Francia. También la ministra tiene derecho a dormir tranquila, conciliando el sueño; y sólo imaginar que un soldado español se cargue a un negro anémico, aunque el tostado lleve un bazooka al hombro, se lo quita. Se le abren sus carnes morenas. A ver qué iban a decir los periódicos y algunas oenegés al día siguiente, al enterarse de que el soldado Atahualpa Fernández, natural de Lima, y la cabo Vanesa Pérez, de San Fernando, infantes de marina de la Armada española destacados en el atunero Josu Ternera, le habían metido un par de cargadores de HK calibre 5,56 entre pecho y espalda a un somalí flaco y desnutrido que, para poder comer caliente y sin otra opción en la vida perra, no tenía más remedio que tirar cebollazos de lanzagranadas contra el puente del pesquero. La criatura.

INUTIL

sábado, 3 de octubre de 2009

El museo geológico de Bellver

El museo geológico de Bellver

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Fósiles marinos en las piedras de Bellver.
Fósiles marinos en las piedras de Bellver. Foto: C.G.

CARLOS GARRIDO
WWW.CARLOS-GARRIDO.COM
El bosque de Bellver es uno de los grandes activos de la ciudad. Saliendo del castillo, se extiende el antiguo camino de tierra hacia Génova. Lo que vendría a ser una especie de carrer major de la zona verde. Es un sendero despejado, entre pinos. Con suelo pedregoso. Y en los laterales, se han colocado diferentes piedras a modo de decoración. Cualquier paseante puede comprobar que muchos de estos pedruscos son en realidad valiosos testimonios geológicos. Están formados por aglomeraciones de caracolas y moluscos que, con el paso de los milenios, han terminado por fosilizarse.
Y es que Bellver, además de un lugar de interés paisajístico e histórico, tiene una curiosa trayectoria geológica. La montaña está formada por aglomeraciones de sedimentos marinos de finales de la era Terciaria, entre el Mioceno y el Plioceno. Así me lo explica Andreu Muntaner, que conoce los secretos geológicos de Mallorca. Estos caracoles de piedra nos hablan de un tiempo en que parte de este terreno formaba parte del fondo marino o de las playas de guijarro que rodeaban la costa. En alguna de las canteras que existen en la zona son fáciles de ver las diferentes capas de sedimentos. Una riqueza geológica que ya advirtió Jovellanos en sus paseos de prisionero por la zona. En la parte del torrente, algunas formaciones geológicas se deshacen por el paso del agua, y los fósiles aparecen separados. Como dispuestos para un museo invisible, que nadie conoce.
Porque resulta curioso que tanta y tanta gente que por allí transita, corriendo o paseando al perro, ignore por completo esta singularidad geológica de la montaña. Quizás porque estamos tan acostumbrados a considerar los elementos de la naturaleza de forma abstracta (´una piedra´ es sólo una piedra) que nos cuesta incluso ver lo más evidente.
Cada vez que paseo por esa calle mayor del bosque, con sus viejas roderas, sus rincones y las aglomeraciones de fósiles, me parece tener el privilegio de contemplar una exposición sólo para mí. Por la que todo el mundo pasa. Pero de la que nadie es consciente.